sábado, 3 de noviembre de 2007

¿Pantano de Pineda?
EL DIARIO PALENTINO
22 de Junio de 1984.
Primer Premio del Concursos Fuentes Carrionas.


Recordaba habérselo oído al abuelo, que si en el plazo de no sé que tiempo no lo construían, las aguas pasarían a Cantabria, y, por las veces que después lo oyó, pensaba que quizás fuese una historia mucho más vieja que el mismo abuelo, tan repetida que ya ni se creía en ella; todo lo más si se mencionaba en alguna conversación ociosa de la solana.
Hoy esas palabras quedaban lejos, y ahí, sentado en un rincón, con el recorte de periódico en las manos, lo leía mecánicamente, impotente ante la inminencia de lo que hasta ayer parecía una fábula. No había duda. Allí estaba escrito: Influencia que en aspecto ecológico y paisajístico ocasionaría en el entorno natural de Fuentes Carrionas la construcción de un pantano para embalse del agua del río Carrión en el Valle de Pineda. Era un concurso periodístico-literario. Una oportunidad para decir que no; que los responsables abandonaran la oficina y pasasen unos días en el valle. ¿convertirían Pineda en un lodazal cubierto de agua? Acaso fuera sólo un problema de amor y fantasía que no podían comprender, pero era preciso decirles que aquí había gente que iba a sufrir, gente llena de amor y de recuerdos, y que lo único que tenían en esta vida era un poco de tierra: su tierra.
Pineda...Demasiados recuerdos para ahogarlos sin dolor. Cómo rememorarán luego aquellos días de sol y siega, de siesta y repiqueteo de dalles a la sombra de la cueva de El Pucherín. ¿Cómo olvidar el día de Campuluengo en el que un trago de la bota hermanaba cada año esos pueblos vecinos? El agua de la Oncella, los arraspanos del Pozo del Pucherín, los lirones de la Majahondón, la fuente de La Teja, el chozo y la tenada, y cuántas cosas más. Pero no era el momento de ponerse sentimentales; el problema tenía también dimensiones físicas y presentes: unos pueblos se iban a quedar sin un terreno que necesitaban para sus animales, los pescadores, sin el mejor tramo de río, los montañeros, sin una ruta hacia El Curavacas y Fuentes Carrionas, los bañistas, sin su pozo de El Pucherín y sin sus tiendas, y todos se quedarían sin Pineda.
Y esa belleza natural ¿a dónde irá? El brezo y la escoba ya no podrán descolgarse desde lo alto para escuchar el murmullo del río y refrescarse en su brisa suave. Demasiado mágico para reducirlo a palabras. Estaba claro que hablar de Pineda era como hablar del ser amado que no está, todo es nostalgia de su presencia, y sólo quien alguna vez haya sentido ganas de gritar o haya derramado lágrimas de abundancia de sí, sabe de esa fusión íntima con la tierra.
Seguía sentado, cada vez más insatisfecho, pues no estaba con lo que escribía. Su pensamiento iba y venía más allá -o más acá- como un torbellino, buscando la causa de ese desasosiego que la sola posibilidad de que Pineda se convirtiera en pantano le producía. Era un cúmulo de sensaciones que en el papel podían resultar confusas, acaso intransferibles y fantasiosas. Tan pronto pensaba en el puente romano de La Venta, como en las merinas rizadas y con otro acento que subían buscando los pastos; en los lebaniegos con sus cerezas, nueces y manzanas, que venían buscando el trigo, la avena o el centeno; en aquello centinelas que vieron como derribaban el puente Tebro, y que no dijeron nada por miedo y porque aquella no era su guerra; en todas esas cosas que contaron sus mayores y que tanto le agradaba escuchar. Pero sospechaba que se estaba dejando llevar por un sentimentalismo atávico de afectada exageración.
¿Un pantano en Pineda? No acababa de entender que a dos pasos más abajo estuvieran los embalses de Compuerto y Camporredondo,y casi siempre, con caudal mínimo de agua. ¿Sería por lo del pleito con Cantabria? Y aún así, ¿habían hecho balance de las ventajas y beneficios? No dejaba de ser una ironía el hecho de ser una zona de pantanos y sin embargo, hacía poco que tenían luz eléctrica y, menos aún, agua corriente. ¿Vendría el pantano a poner una dificultad más a la ya difícil vida de estos pueblos?
Primero fue la reserva ¿parque natural? El venado despunta la pradera temprana, el jabalí la ara, el primero recorre los trigos, el segundo las patatas, el lobo sigue tras los ganados, el zorro tras las gallinas..; está claro, aquí sobra el hombre, sí, ese que sólo quiere vivir tranquilo, con lo justo para sobrevivir, pero tranquilo. Ahora tiene miedo, y es que desconoce las reglas legales, se siente vigilado por ojos que no ve, por motos que no siente, y duda de todo, y es que es un hombre sencillo que contempla impotente cómo le van acorralando en su propia casa.
Sacudió la cabeza con fuerza. ¿Qué estaba escribiendo? Estaba dolido por todo y porque no era capaz de hacer algo, de luchar por eso que él creía. Si estaba haciendo esto era porque quería hacerse eco de ese descontento general que la construcción del pantano de Pineda había suscitado, y porque no comprendía que se pudiera cargar con lo que le echaran sin decir nada; le exacerbaba tanta pasividad, y al mismo tiempo dudaba de cualquier acción.
Era consciente de que la historia carece e memoria para esas cosas que, en la mayoría de los casos, constituyen las salsa personal de la vida. Sabía que el mundo avanzaba la mayoría de las veces en dirección contraria a la voluntad humana, que lo que el hombre había creado se había escapado y hoy estaba a merced de sus inventos. Igual que estos folios, que estaban escapándose de sus manos. Volvió otra vez los ojos al recorte del periódico. Lo único que el podía decir al gran público era que se acercaran a Pineda, a Fuentes Carrionas y sus gentes. Entonces no harán falta palabras; muchos de ellos se quedarán olvidados para siempre en cualquiera de sus valles, se dormirán al arrullo del rió, se extasiarán con sus resplandores opalinos y no olvidarán sus transparencias.
Se daba cuenta de que todo podía haber sido muy diferente, acaso más claro, pero era ya muy tarde para empezar de nuevo. Pudiera ser que sirviera para algo, y si no, le quedaba la esperanza. Aunque quizás todo hubiera sido un sueño de su imaginación. ¿habrá más gente que se sienta desarraigada si construyen el pantano de Pineda?
Siguió sentado hasta que empezó a sentir fríos los pies. Debía de ser ya muy tarde. Se fue a la cama. Quizás no lo construyan, quién sabe."

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